martes, 29 de septiembre de 2009

SÍ! SOY METALERA Y BAILO ÁRABE.


Igual, no me van las etiquetas. No soy metalera, soy Gabriela, ¿cómo te va? La foto es una remera de Maiden y un caderín chorongo para bailar árabe, la idea era que se vieran los dos! La cuestión es que se empiezan a dar clases de danzas en el Oráculo Rock bar este viernes a las 15 horas. Es decir, si tenés ganas de moverte en un ambiente de gente copadísima y bailar como una odalisca, esta es tu oportunidad.

El Oráculo queda en Congreso 4045, cerca de la infame estación de Coghland.
Pero copate. Bailar es genial =).
(Usar un blog para expandir chivo es ruin. Pero copa!)

lunes, 28 de septiembre de 2009

Espalda de la discorida.


La mano viene más o menos así:
A)Rectificación de cervicales
B)Ausencia del doceavo arco costal de manera bilateral
C)Solidificación de lumbares
D)Cabeza femoral y cresta ilíaca derecha a veinte milímetros por encima de la izquierda.
Dolor. Mucho dolor.

Circunstancias y consecuencias de mear en la calle.

Ok.

A veces te pasa lo que a mí y... ¡changos! Hete que NO te ponés un soberano pedo y sencillamente, la Madre Naturaleza decide TU curso vital, nicotínico, etílico y académico

Mi enemistad de la Sra. Natura conmigo es anecdótica y se remonta a mi más tierna infancia, cuando decidí que el mejor orinal/letrina sería un bello limonero, regalo de cumpleaños de mis padres (cuyo primer limón, venerado desde retoño, fue utilizado ante mi primer descuido para un Gin Tonic.).A los dos días, la Pachamama me metió en la cabeza que podía volar.

Coco + techo + ideas estúpidas= dedo meñique del pie derecho fracturado.

Pendeja boluda...

Más allá, la cuestión es que siempre que meo en algún espacio medianamente verde, ocurre lo inesperado. Además de empaparme los tobillos con mis esfínteres, acontecen determinados hechos que no puedo del todo separar al echarse un cloro en un arbolito por necesidad urgente, frente a la vista de un camión cagado en negros que tienen algún disfrute perverso en verme... mear. Igual, tened en cuenta que si retengo mi orina por más de quince minutos, me agarra una cistitis con la magnitud de un mordisco de Tyson en un container de orejas...

Leáse... Una vuelta, que mis riñones estaban casi por estallar, recurrí a lo más cercano: una planta de ALOE VERA. Sí. Era lo único que tenía la altura (y ancho, me da pena admitir) decente para cubrir a Brasil (apodo cariñoso que mis posaderas se han ganado a lo largo de los años). No sólo me re re re pinché las lampiña selva del Amazonas porque -oh, casualidad!- se apareció mi ebrísimo mejor amigo a "auxiliarme" en la faena, sino que, a los dos días la desgracia tocó mi puerta y, de todas las cosas que podían pasar, un zarpado torrencial me arruinó mi maravillosa campera de cuero que -oh, casualidad!- estaba afuera tomando olor a Sol. Sí, una pelotuda atómica.

O sea, la Naturaleza, por ley, se las agarra con meadores de arbolitos heavy.

Igual, lo heavy se viene ahora. Sucede que el viernes (llegando a mi home away from home) tuvimos una escala técnica con el tachero y , al no gozar de la cercanía de una YPF/ESSO/SHELL/CASA DE ALGÚN AMIGO CON MEDIANA CONFIANZA, el arbolito fue acogido con gozo después de VEINTE minutos reteniendo.

Asumí "La Posición" a espaldas del conductor del vehículo.
TACHERO: NENA PONEEEEETE DE FRENTE!
COCÓ: Olvídelo, MALVADO. Qué pretende Ud. de mi?
TACHERO: (saca cámara de celular y es poseído por un turista japonés frente a un montículo de mierda de caballo en Roma)
COCÓ: (se sacude y se va a la mierda sin pagar, y se toma otro tacho, antes de que el taxista se de cuenta que se las tomó).

A los dos días tenía una fuckin lanza de espartano clavada entre las vértebras del cuello del ancho del trozo de un nigeriano especialmente bien dotado. Con dolor de cabeza y desmayos. Era como un Combo Stacker CUÁDRUPLE. Terrible. E indigestador (?).

La ida al hospital no puede ser menos que anecdótica.

Cocó entra al consultorio y el Sr. Doctor Cubano de increíbles ojos verdes le revisa el cuello y hace las preguntas de rutina.
DRCUBANO: Bueno, le vamo' a hacé una tomografía y una resonanciiia y si todo sale como creo que saldráaa, la pelamos y la llevamos al quiróoofano
COCO: O_O Discuuuuuuuuulpeme, chicou????
DRCUBANO: Es que Usté tiene todo' lo' signo' de una hemorragia cerebra... Usté fuma?
COCO (que fuma como una maniática): Intento no hacerlo
DRCUBANO: Y usté toma?
COCO (mientras La Cosa revolea sus ojitos): Me atengo a la quinta emienda...
DRCUBANO: Vaya y traiga los resultados.
Cuestión que me tuvieron DOS HORAS pensando que estaba por morirme, mínimo... Máximo: que iría a ver un recital de Miranda!

Conclusión: COCO (pálida y tembolorsa cual heroína de los '50): Los resultados, Sr. Dotor.
DRCUBANO: Aaaaaa, pero Usté no tiene nada, solo una masiva contractura de cervicales queee no permiiiiten la coshecta circulació a su cerebro, por eso Usté se desmaya...
COCO: mierda...

Así que, tengo unos analgésicos re pulenta... Pero RE pulenta. Tan pulenta, que me dan broncoespasmos. Changos...Así que hace CINCO DÍAS que no entro en contacto con la madre naturaleza... NI FUMO! Salvo para rendir un puto parcial... Pero buean...




MORALEJA: NO MEEN ÁRBOLES
PROPUESTA: Letrinas portátiles con la cara de Cacho Castaña que me inspira a mear (?).
CONCLUSIÓN: El recluimiento no le hace bien a Cocó

COSAS Y CELULARES.

Ok.

A veces te pasa lo que a mí y te VOLVÉS a poner un soberano pedo, por más que cualquier experiencia anterior, en conjunción a tu ya agotado hígado, te indique que mejor abstenerse por, cuando menos, un día.

La Cosa que habita dentro de tí ya hace acto de presencia y comienza a poner encendedores dentro de tu estómago, cual Rammstein tocando Benzine en vivo en algún coliseo romano en Francia. Es decir, un espectáculo de luces, colores, humo y, sobre todo, FUEGO.

Mucho, mucho FUEGO.

Comprendan pues, que el sistema privado de calefacción, léase, La Cosa, de su fiel corresponsal Cocó es mil veces más efectivo que el Reduce Fat Fast. Es que tengo complejo de Jorge Hané, gurú de la pérdida internacional de peso.

Ahora bien, el Fantabuloso Sistema de Calefacción Interna de la Señorita Cocó es bastante sencillo y puede utilizarse en la comodidad de su propio cuerpo. El equipo consta, básicamente, de un juego de shots con luces de neón y la cara de Pitufina besándose con Ghandi, una botella de vodka y una sunga de elefantito.

El modo de uso es sencillo. Te ponés la sunga de elefantito alegre en la cabeza, bailás cual hobbit peludo y feliz alrededor de una fogata hambrienta y titánica improvisada en la cocina de tu casa (es decir, la hornalla), mientras tirás por encima del hombro izquierdo los vasitos para shot DENTRO de la fogata, al ritmo de cualquier tema pornográfico PanterA mientras le das tragos de palo seco a la botella de vodka. Es decir, mientras tengas la botella de vodka en la mano y el metal en la cabeza, TODO ESTARÁ BIEN. Pero si querés sacrificar alguna virgen y tu demonio interior exige una ofrenda sangrienta... Mejor ponete Mayhem.

Lo ideal sería canalizar tu demonio, en caso de que sea del tipo violento, en forma de un colectivero. Es como le pasó a un amigo que tiene a su propia Cosa dentro suyo. Mientras que la mía es un "Hagan el amor y la guerra", su Cosa es más... irascible. Aquí, creo, es necesario hacer un paréntesis para explicarles lo que sucedió y por qué sucedió. Resulta que el demonio que convive con Diego no es tan paciente como le gustaría. Tienden a subírsele los humos a la cabeza y perder un poco el control, es un poco irritable, sensible. No es que odie a la raza humana y quiera destruirlos a todos, es solo que a veces se siente un poco incomprendido en este mundo tan frío y cruel.--Lo que siguió es bastante desagradable, en realidad no esuvo seguro de querer contármelo, estamos trabajando en eso con nuestro analista. Para darles una idea les voy a decir algunas palabras para que ustedes construyan por su cuenta la situación: Llamas - piel chamuscada - monedas - explosión del expendedor de boletos - palanca de cambios - introducción - recto del chofer - órganos - chofer - desparramamiento - ojos - alfileres - apretura de costillar. Diego y su demonio son adorables, dentro de todo. Enterate de sus aventuras el alduplex.blogspot.com

Pero bueno, esa no era la cuestión.

La cuestión es que a La Cosa le picaba el bagre. Y cuando hablamos de picar el bagre, quiere decir, que era como el ejército de Cuestión de Peso frente a un McDonald's reluciente de grasa. O peor. Como cincuenta nigerianos y un paquete de galletitas Express. Una masacre, en síntesis.

Ahí es cuando, tras todo el vodka, a la cosa le gusta arrojar encendedores de benzina con Sebastian Bach en la tapa dentro de mi estómago que rezuma alcohol puro (es que nunca hay presupuesto como para beber un vodka decente...).

Sebastian Bach + vodka + fuego + metal = LA COSA HAMBRIENTA.

Y es ahí cuando se prende el Infalible Sistema de Calefaccionamiento Interno de Madeimoselle Coco. Más que prende, el sistema se ENCIENDE. Y enciende a la pobre Cocó, que poco -o nada- tiene que ver con la Cosa, con lo que se nos bifurca la cuestión:
A) Entra en persecusión de cualquier sujeto u ente de melena, ya sea Simba o Dimebag Darrel
B)Estúpidamente, ingiere más alcohol, lo que aviva su fuego y termina, cual Colacuerno húgaro, destilando lumbre por cada poro. Lo que lleva a A.

O sea, todo se resume en A. Y en las melenas. Que también le gustan a Cocó, pero la Cosa es totalmente alevosa.

Así que La Cosa se pone a saltar por doquier, moviendo su gran trasero de mulatona brasilera bailando una rumba, Y PIERDE SU CELUAR. Mierda.MIERDA.Esto de que La Cosa viva haciendo trencito por el Oráculo me está empezando a irritar.

El caso es que si alguno encuentra un teléfono en el oráculo con la Virgen de Guadalupe y me lo devuelve, será eternizado como Dios en el altar con velas, piedras y chucherías del todo por dos pesos que tengo en mi cuarto, en un sitio de honor, al lado de Phil Anselmo y su pecho desnudo.La Cosa y yo, muy agradecidas.

EL EFECTO TITANIC

Es una verdad irrefutable de la vida que los estados etílicos son procesos festivos saludables. O solían serlo, hasta la existencia del Kalimotxo. Mi amiga Julieta y yo incursionamos en las realidades españolas del heavy cada fin de semana, engullendo el delicioso brebaje dionisíaco de Termidor + Coca Cola. Ergo, a veces te pasa lo que a mí: te ponés un soberano pedo con alguna bebida medianamente etílica y te sentís el rey del mundo. Algo así como Jack montado en el Titanic. Pero mis exiguos años de experiencia práctica, cuantificable en resacas, asevera que la verdad de la milanesa (si éstas guardaran secretos) es simple: EL TITANIC SIEMPRE SE HUNDE. Sencillo, claro y conciso. No hay manera de escapar a tu destino, tanto como no hay manera de rehuir a la monstruosa hangover que sobrevendrá un par de horas después de la euforia. Es como un negro en una película de terror: sabés que muere primero. Leyes de la colorísticas de la cida. Infinitas circunstancias me han llevado a bautizar esta circunstancia como Efecto Titanic, tras meses y meses de reconstrucción de eventos que nadie sabe demasiado bien cómo sucedieron o por qué sucedieron.

Pero el caso es que suceden. Léase: te ponés a bailar sobre una mesa y no te importa que el viejo verde que está sentado EN LA MESA, o en una silla en las proximidades, te saque fotos del orto, total, mañana no lo recordarás. Tampoco recordarás al viejo verde como El Sr. Viejo Verde, sino que en tu memoria quedará guradado como un excéntrico Viggo Mortensen que se desvivía por tus pantaletas. Y te cagás de risa.
Ahora bien, quizá lo más importante para que el efecto Titanic se observe en plenitud es la existencia de determinada característica esquizofrénica que se explaya en aquello que he denominado “La Cosa”. La Cosa merecerá, más adelante, un capítulo aparte, porque es un familiar elemental en mi pedo. Es como esa tía solterona que todos saben que están loca y que tiene un sentido del vestir perverso y ninfómano.

Teniendo a La Cosa adentro, indefectiblemente, mañana, mientras te sacás las legañas de los ojos y te preguntás por qué MIERDA duelen tanto determinadas partes de tu anatomía, vas a encontrar al lado de tu cama el tester de alcoholemia que te hizo tu viejo anoche cuando llegaste. Triste. Más triste todavía que NO LO RECUERDES.

Pues, sabiendo que dentro de ti habita La Cosa, te empezás a preocupar. No esa preocupación cuando escuchás que Ricky Martin alquiló un vientre y de que un millón de bastardos saldrán de ese maldito hombre y su livin' la vida loca. Cagamos. No no no, ya quisieras. Es el tipo de preocupación que surge cuando te enterás de que tu novio va al Golden para “experimientos sociológicos” que seguramente incluyen Luminlargos…

Entrás a mandar mensajito tras mensajito, un medio relativamente barato (igual, Personal me corta los víveres de una manera soberana) y menos explicativo y más una mierda, porque mis amigos tienen una ortografía de simio... El caso es hacés un IMPORTANTE esfuerzo por recordar a quién viste anoche...

Revisás la agenda: Adrián, Adriana, Agus, Ai, Alan, Alex, Analie, Andana, Andrenelli, Andrés, Angelé, Antro, Astor, Bachi, Belén Bonanoh, Bruce, Bubu, Carillo, Chizz, Chow, Chris (Quién mierda es Chris? No conozco a ningún Chris!!), Chulo, Daddy, Daniel, Dieffo, Diego GP, El dragón bondadoso (O.O CARAJO) Emi, Estanislao, Eugenia, Eugenia II, Eugenia La Posta, Ferchota, Ferretería, Fer, Flor, Fran, Gabito, Gali, Gaga, Gastón, JEfe, Jess, Ju, Juan, Juan Pantalones de Cuero (A LA RE PUTA!), Juan Coria, Juan O., Juan Violín (Se dan cuenta de que Juan es un nombre popular?), Kikí ,Lil, Loic (?),etcétera etcétera etcétera. Entro a mandar mensajito a lo loco, como si fuera Christian Castro lanzándome en un container lleno de chotas erectas.

40 mensajes, 35 pesos de crédito al caño y cero dudas existenciales respuestas después, La Cosa y yo mantenemos una charla, cuando menos, anecdótica:
LA COSA: Tú sabessss que tu quieresssss que te cuente
COCO: Salí de acá, pedazo de hija de puta enferma, siempre terminamos en quilombos por TU culpa. Sos más quilombo que andar por Villa Soldati a las tres de la mañana y encontrar a la muerte en la cara de un Flechabus.
LA COSA: Claaarrrrro que nooooo
LA COCA SARLI: QUE PRETENDE UD DE MI???
LA COSA: TU VIRGINIDAD ANAAAAAL
COCO (cual Luke Skywalker): NOOOOOOOOOOOOOOO!
(Coco intenta ahorcarse a sí misma con el cable del teléfono)

A lo cual surge lo siguiente:
MENSAJE ENVIADO POR COCO: BOLUDO, no intentó propasarse con vos, no???
MENSAJE RESPONDIDO POR XXXX: Quién, boluda???
MENSAJE ENVIADO POR COCO: LA COSA (música de El Exorcista)
MENSAJE RESPONDIDO POR XXXX: Me manoteaste el bulto.
MENSAJE ENVIADO POR LA COSA: Cierto, y la tenías chica.

NO HACE FALTA ACLARAR QUE EL TITANIC ESTÁ MUERTO, SEPULTADO Y CULEADO POR UNA BALLENA Y A 29038402734 METROS BAJO LA SUPERFICIE.

El caso es que hoy, después de mucho mucho mucho tiempo de enviar mensajes de esa naturaleza, EL BALANCE KÁRMICO ESTÁ A MI FAVOR Y ALÁ ESCUCHÓ MIS PLEGARIAS. Sí, después de mucho tiempo gastando crédito y decir chanchadas en alemán, la Soldado Raso Coqui Siliconas HA ENCONTRADO LA LUZ.

J.O. ENVÍA (textual):Che, coquis, me sarpe con vos el viernes? No se porque me agarri un pedal interesante


Alegría pura: piqué papel de diario y de los libros viejos de psicología que pude tirar a la mierda y me hice una fiesta a mi misma mientras danzaba al ritmo de La Conga de la Poronga tirándome confeti.Muy realizador. Mi objetivo está COMPLETO. Me siento como cuando pasás ese nivel IMPOSIBLE del Mario y salís a bailar agitando una sopapa por encima de tu cabeza.


Ahora bien... Se sabe que hasta dentro de tres días no le contesto.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Lluvia.

Santa María de los Buenos Aires era una valquiria húmeda ahogada en un océano oscuro y temible. De las mismas bocacalles surgía, como un vómito, la marea nauseabunda que ascendía inexorable por las alcantarillas, las puertas de las casas, el mismo cemento.
Atrincherada en mi apartamento de soltera, con mis muebles exudando agua podrida, con mi gato temblando de asco en una cacerola, con mi cabello enrulado cual mandrágora fuera de control, observaba desde las alturas a la nueva Venecia porteña. La humedad, nunca bien ponderada por mis jóvenes huesos cansados, hacía mella en mi humor y en mi apreciación de la vida en general y de la ciudad en particular. Ay, ¡esa poderosa lamida de vaca que recorría mi cuerpo pegajosamente y no era capaz de dejarme en paz!
La esencia circular del tiempo, casi tan acuosa e insoportable como el clima mismo, repetía segundos de encierro impuesto por la lluvia que se derramaba como un reloj de Dalí, viscosa y grasienta. El elevador roto y las escaleras en estado parcial de destrucción me sonreían burlonamente, como si se supieran causantes de mi reclusión.
Era inútil: la lluvia, Buenos Aires y yo nunca nos llevaríamos bien.

MAGICAL MYSTERY TOUR: BIENVENIDO AL 60

Amado por unos, odiado por más, el 60 es innegablemente el porteñismo sobre ruedas, la expresión de lo rioplatense a motor, incluyendo, también, el lenguaje.

He llegado a la irrevocable conclusión de que el 60 es el miembro de mayor alcurnia del bestiario mecánico bonaerense, conformado en su integridad por esos híbridos metálicos que son los transportes públicos porteños. Une los puntos más recónditos: desde Constitución, con sus olores y sabores a chorizo grasoso y pan viejo y barato (la gloria argentina del asado por peso y medio), hasta los grises humos fabriles de Ford (la For’, para el habitué); desde los caldos de cultivo de mosquitos que son los ríos del Tigre hasta el tenebroso Maschwitz con su Carrefour omnipotente; desde los coquetos ceibales de San Isidro a la alevosa urbe de Cabildo.
Los bondis-moscas no son más que un reflejo –kafkiano, por cierto- de la cultura porteña: de esa arrabalera costumbre barrial de quebrar la intimidad del monólogo interno y volverlo irreductiblemente externo. Demasiado externo. Por desgracia, la sanagustiniana categoría de palabra interior se ha reducido a cenizas y la locución ha permanecido inmortal. Su fuerza recursiva hace que se la asociación se perpetúe ad infinitum y se sucedan millares expresiones coloquiales repetidas hasta el asco. Así, el engorroso parloteo de las cabecitas se vuelve un insoportable murmullo de fondo en cada viaje, mientras la cabeza de uno atenta apoyarse sobre la traba metálica para roncar en los sesentosos ámbitos colectiveros. Desde la genialidad hasta la idiotez, el 60 es un hervidero de palabras sobre los cuatro neumáticos gigantes que ruedan por esta húmeda Buenos Aires: cada ramal, un eco de los caprichos sociales de la porteña ciudad.
El 60 es laboratorio de lunfardo: uno pasa más tiempo transportándose de un lugar al otro que sentado en la vereda predilecta del barrio, sorbiendo mate tras mate y discutiendo la implicación de Enrique Santos Discépolo en la muerte de Evita. Los escenarios han cambiado: tanto como mutan los signos, como afirma Monsieur Saussure, se metamorfosean las escenas en las que estas se dan. “El lunfardo, llamado policialmente, ‘lenguaje canero’, es una modalidad aparte dentro del vocabulario popular; comprende signos convencionales a una agrupación determinada de individuos”[1] ilustra José Edmundo Clemente en El lenguaje de Buenos Aires. Es, pues, es un lenguaje delictivo, aunque Clemente aclara que su alcance depende de la plenitud del momento en el que es proferida[2]. Ahora bien: o el lunfardo tiene como meta personal la dominación del habla porteña o todo sujeto en Buenos Aires tiene alma de chorro. O, al menos, todo aquel que monta el 60. Así, pues, se convierte en las tablas para estos nuevos signos: la vida acontece sobre ruedas, es el neoescenario del neolenguaje.
Expresiones como yuta o capiar los pelpas florecen como yuyos en el idioma y se desenvuelven en el espacio público del transporte: el espacio en el que todo sujeto tiene derecho a pasar más de una hora por menos de peso y tres cuartos. ¿Y por qué en el 60? Porque liga los confines del Gran Buenos Aires: remacha las distintas expresiones en un punto espacial común. Por osmosis, se diseminan como peste bubónica, al punto en el que uno termina profiriendo, por imitación, los improperios que uno escucha, desde “tengo que echarme un cloro” hasta “effeame”. El argot, querámoslo o no, ha acribillado a la Real Academia.
Montarse al 60 se ha tornado en una aventura sociológica digna de los culebrones de Steven Spielberg y he comprobado que no siempre con felices resultados. Más allá del promedio de cincuenta músculos acalambrados, de la probabilidad (más bien, certeza) de montarse al ramal incorrecto y terminar en algún rincón de Escobar y de que las chances de que la billetera de uno sea arrebatada sin posibilidad de devolución sean altas; lo interesante de viajar en el 60 es la diversidad social, económica y étnica que se suman en las causalidades vehiculares de las callecitas de Buenos Aires, evidenciada en las expresiones utilizadas. Y se hace notorio en absolutamente todo lo que cada sujeto dice, por ejemplo, los piropos.
Uno de los piropos más extraños de los que he sido beneficiaria ha provenido de la boca de un colectivero, una montaña de grasa pálida, en el que me comparó con un bocadillo de morcilla, fabricado con los elementos hematológicos que mi cuerpo produce de vez en mes. La Náusea se asomó de detrás de mis ojos y lo miré con perpleja repulsión. Escuché el ya arremetido “¡Te parto, pendeja!” de un ser de precario sentido de equilibrio, apestando a Toro Viejo (el vino, no el bovino), ataviado con un par de bermudas de colores estrafalarios y una gorra con la visera apuntando, cual antena parabólica, hacia arriba que tapaba una cabellera a la moda zorrillo: mechones pequeños decolorados en toda ella. Me desarmé en risas recordando a José Clemente: “Al otro lado del cuadrante desinteresado está pendeja, voz cargada de codicia erótica que se hace rotunda en pendejón”[3]. Me senté al lado de un muchacho joven, con una tentativa de sonrisa enigmática, vestido con una remera que poco dejaba a la imaginación de escote en V y el caballo ordenado milimétricamente para que el flequillo cayera por encima del costado derecho de su frente. Sus chupines fosforescentes encandilaron mis ojos de estudiante que ha pasado demasiadas horas frente a los libros. El muchachito tuvo la osadía de desenfundar su cámara último modelo para preguntarme si podía, tipo, sacarse una foto conmigo. Mi furibunda expresión sepultó sus intenciones ocho metros bajo tierra, mientras, interiormente, llegaba a la conclusión de que nunca más usaría mi cercenada pollera escocesa de colegio privado a tal hora de la madrugada montada en el infame bondi.
La ambivalencia amor-odio me gana. El 60, con sus vueltas inesperadas en Luis María Campos y su atiborramiento constante ha logrado enseñarme los códigos necesarios para no quedar como blanco de todos los robos de la Ciudad de Buenos Aires, mas me ha causado más de un dolor de cabeza. De todos modos, seguiré montándolo todos los días a mi mosca predilecta color mostaza: el divino 60, cuna de lunfardo, arrabal y porteñismos.



[1]Borges, J. L. y Clemente J. E., El lenguaje de Buenos Aires, Buenos Aires, Editorial Emecé, 1998 , página 64.
[2] Íbidem, página 65.
[3] Borges, J. L. y Clemente J. E., El lenguaje de Buenos Aires, Buenos Aires, Editorial Emecé, 1998, página 85.